¡Hola, hermanos! Bienvenidos a mi pequeño templo digital. Otra vez les habla Sofía, o en este caso Sofi. El momento más especial llegando a PCC antes de comenzar mi viaje, fue la Jornada de Pascua. Fueron tres días en los que no sabía qué me iba a encontrar, pero en cambio me sentí amada incondicionalmente. Me sentí como en casa, todos me daban la bienvenida y lo que era más loco, tuve conexión con una hermana que después, mucho después, me diría que todo pasa por algo. Que tal vez si yo hubiera estado ahí más chica, nunca la hubiera conocido. Tiene razón. Jesús me puso en mi pequeña familia por un motivo.
Recuerdo la forma en que llegué, con un aire de quien no sospechaba absolutamente nada de lo que está por venir. Después el mundo vino a mí y con él una alegría que no había experimentado, a lo cual cuando di testimonio el último de los días de Jornada, yo ya tenía la idea de estar haciendo el proceso comunitario para confirmarme. Pero no era la única. Esta hermana a la que hoy quiero tanto, también lo hizo. Porque tuvimos ese lazo inquebrantable desde que nos miramos por primera vez. Al menos, yo siento que así es. Espero que ella también lo sienta.
No sabía nada. Ni las letras de las canciones, ni que estar cerca de ellos me haría tan feliz. Pero fui aprendiendo poco a poco que no podía caminar sola. Que necesitaba sus brazos extendidos, porque nada me podía dar mayor paz que volver cada día. Desde la inexperiencia absoluta aquel lugar, aquellas personas, pasaron a ser el todo que completaba mi vida. El todo al que echaría mucho de menos si algún día me faltara. Es así como aquellos supuestos desconocidos hablándome, haciéndome reír o bailar incluso, se hicieron luz dentro de mi alma.
Ni hablar de la expresión que tuvo un hermano al mirar mi emoción. Prácticamente creyó que había enloquecido, como muchos, al ver mi Fe desbordar. Claro, todavía no había aprendido ni visto nada con ojos de amor. No había conocido a Cristo como un salvador, como un igual. Hasta que en este largo camino juntos yo lo vi confirmarse, con los demás. Entender muchas cosas que antes no. Por eso me siento tan orgullosa de él, de todos.
Volviendo al momento en que todo comenzó...
Al pie de la cruz solté varias lágrimas de emoción, aunque también dejé ver a Jesús mis heridas que estaban abiertas y quería que con su amor infinito las sane. Ese es un proceso, si bien en realidad lo está logrando como en cada uno de nosotros. Más experiencias de comunidad se sucedieron a lo largo de esos tres días, días que me acercaron a casa. Al lugar en que realmente tenía que estar. Hoy a Dios doy gracias por darme hermanos, aunque no sean de sangre, en lo espiritual. Por dame una vida nueva, hacerme mejor persona.
Pero sobre todo, le agradezco infinitamente el darme cuenta de que no estoy hecha para más que dar amor.
-Sofi.
PCC Adrogué 2019.
Comentarios
Publicar un comentario