Mis queridos hermanos, este es un escrito muy especial que va dedicado a María. Con motivo del día ocho de Diciembre, o bien llamado el día de la Inmaculada Concepción. Ella fue una joven como nosotros, hace mucho tiempo atrás. No tenía poderes extraordinarios. Solo una chica de quince años con una gran devoción hacia Dios, que hacía las cosas desde un amor y Fe genuinas. Con inmensa alegría por simplemente hacerlas. Un día, llega a visitarla el ángel Gabriel enviado por el Padre y le anuncia que estará con ella. Desde este momento preciso, su proyecto de vida comenzó a volverse lleno de gracia, aunque también lleno de su turbación y dificultad para comprender cómo llevarlo a cabo.
Esto conduce a María hacia una serie de riesgos, sin embargo se lleva la mano al corazón rebosante de alegría porque este acontecimiento suceda, es decir, el nacimiento de Jesús por obra y gracia del Espíritu Santo. Sin embargo, la incertidumbre llega a José, quien era su prometido. Planeaba despedirla, pero no sabía exactamente en qué modo. Quería hacerlo con discreción, porque a pesar de todo era un buen hombre para no exponerla ante los demás. Dios le hace conocer su proyecto para ella mediante un sueño, entonces la apoya en su misión de vida a partir de ese instante. Incluso si corre riesgos de igual modo.
María visita a su prima Isabel estando embarazada, ya que el ángel Gabriel le había comunicado que esta, ya anciana, estaba esperando también un hijo e iba por su sexto mes de embarazo. Situada la ciudad donde vivía su prima a cierta distancia de Jerusalén y ubicándose entre montañas, ella realizó aquel esfuerzo de visitarla para ayudarla con su dulce espera. Cuando María llegó hacia aquella casa, el niño que Isabel tuvo en su vientre saltó de emoción. Ella misma con alegría y gozo reconoció a María como la madre de su Señor. Esta le responde con un canto de alabanza, conocido en nuestros días como Magnificat. Este incluye una profecía: Todas las generaciones me llamarán Bienaventurada.
Hubo un tiempo en que Jesús corría peligro de muerte. Por ello, tuvieron que huir con el niño hasta que aquellos que buscaban su vida hubieran muerto. En él, no obstante, estaba la salvación que iluminaría a los dóciles y sería la Gloria de Israel. Pero incluso en años venideros, María guardó las palabras de su hijo incluso sin comprenderlas, dentro de su corazón. Porque él sentía que debía ocuparse de las cosas que Dios Padre quería para su vida. Incluso si esto significaba tanto enseñar a los hombres como después acabar muriendo por ellos. Cuando él se perdió de vista en el Templo, ella lo encontró luego de tres días. Preocupada por él, incluso le habló en nombre de José. Podemos ver su personalidad como madre.
Jesús solía hablar a María de cosas que no entendía, pero el suyo fue el lenguaje de amor más poderoso que nunca conocí.
-Sofi.
PCC Adrogué 2019
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